Historia

 

Historia

Rastros de los Antiguos Pobladores

La población de la Cordillera de Mérida se constituyó en el devenir del tiempo por diversas oleadas migratorias. La primera fue un grupo instalado desde un tiempo indeterminado cuyo estado actual de conocimiento arqueológico no permite su reconstrucción. El segundo grupo étnico llegó a comienzo de la era cristiana; por su cultura, religión, patrones funerarios, técnicas agrícolas y mitología puede ser ubicado en la cultura chibcha, siendo la población actual de la Cordillera de Mérida descendiente de él. Un tercer grupo relacionado con la cultura arawak llegaría hacia el siglo IX de nuestra era (Clarac, 1996).

Cultura Chibcha

Los pueblos que mantienen el sufijo muku, probablemente tomado de la cultura chibcha, representaron un legado de esas tradiciones originarias, así fueron denominados por algunos investigadores de la primera mitad del siglo XX, dicha denominación dejó una marca en los estudios de estos asentamientos indígenas: caso de Julio César Salas, Febres Cordero, Alfredo Janh, Miguel Acosta Saignes, Márquez Carrero, José Ignacio Larez, los hermanos Mosonyi… sin embargo la hipótesis de Jacqueline Clarac (1996) a partir de los datos de Osborn (1985) sobre los tunebos (chibchas) pueblo indígena asentado en las Sierras Nevadas del Cocuy, dio otra perspectiva en la llamada ruta de migración de las tijeretas (Amodio, 2006).

El nombre particular del grupo de Mérida habría sido thakuwa o tha k u`wa, lo que significaría en tunebo “gente mayor” o “gente hacia atrás”. Grupos que tuvieron una primera emigración hacia Colombia desde una montaña sagrada, llamada Karouwa, y desde una importante laguna, siguiendo la ruta de migración de las tijeretas (golondrinas).

Jirajaros o Giros

Pero el panorama puede ser más complejo si luego de investigaciones se ha llegado a la afirmación de que esta región fue ocupada por los jirajaras o giros, provenientes de los llanos y de probable filiación lingüística betoy. Así, con Aricagua como centro propulsor, la región asume las formas de frontera étnica entre grupos distintos, con evidente superposición entre diferentes culturas y lenguas (Bastidas, 1996). Un paisaje con múltiples referencias, permitiendo un intercambio y alianza. Tesis que confirmarían Meneses y Gordones (2005) al conjugar los estudios arqueológicos, etnohistóricos y lingüísticos en su trabajo Arqueología de la Cordillera Andina de Mérida.

Lo que si podemos confirmar es que sobre estos pueblos andinos aún los españoles imponiendo sus categorías geográficas y sus representaciones culturales y políticas, no definieron por completo su estructura social y cultural. Todos los pueblos fueron desmembrados en repartimientos y encomiendas como lo narran las crónicas y los documentos hoy preservados en la historia, pueblos reducidos a caseríos de nueva fundación.

Representación de Mérida y sus campos - 1776

Representación de Mérida y sus campos – 1776

De esta manera el paisaje no sólo cultural sino social de los Pueblos del Sur de Mérida fue transformándose e integrando un nuevo mundo de significados y marcas territoriales, resultado de la imposición violenta de nuevas reglas y visiones españolas, pero también de la resistencia de las culturas locales; esta fusión será la que dará origen a nuestra cultura andina actual, cultura que mantiene viva la huella de sus antepasados.

La ubicación de estos asentamientos fue definida inicialmente por los pueblos originarios por el ramal sudoccidental de su Sierra Nevada, de relieve extenso y macizo, donde se asentaron los denominados Pueblos del Sur, con una extensión aproximada de 320.000 hectáreas limitada por el norte con el valle del Chama, con la Sierra Nevada por el noreste, con el macizo del Uribante con los páramos Río Negro y el Molino por el sudoeste.

Los pueblos del Sur de Mérida están diferenciados geográficamente por tres cuencas hidrográficas, la de los ríos Chama, Caparo y Capurí, caracterizadas por contar con sistemas de valles independientes, los cuales desde el aspecto humano, además de servir de asiento preferencial a centros poblados desde tiempos remotos, han sido auténticas vías naturales de penetración, contacto, circulación y desplazamiento.

Bosquejo del Pueblo de Las Acequias - 1637

Bosquejo del Pueblo de Las Acequias – 1637

La cuenca del Chama

A la que llegan las aguas del los ríos Nuestra Señora, La Vizcaína y San Pablo, caracterizada por sus valles profundos, con zonas de divagación o terrazas prácticamente inexistentes, ha servido de asiento a las conocidas poblaciones de San Antonio de Acequias, San Jacinto del Morro, Pueblo Nuevo, San José y Los Nevados, el pueblo más oriental de este territorio. A la Extensa cuenca del río Caparo, una de las corrientes más importantes del sur merideño, a cuya margen derecha viajan los ríos Aricagua, Mucupatí y Guaimaral, quien recibe a su vez las aguas del río Mucuichachí formado éste por los ríos Mucutuy y Canaguá. Alrededor de estos ríos se establecieron pueblos como Aricagua, Canaguá, Chacantá, Mucuchachí, Mucutuy, y Santa María de Caparo.

A la cuenca del Río Capurí,

Cuyas aguas desembocan en el río Uribante pertenecen los ríos El Molino y la Quebrada o río Guaraque, a sus orillas se encuentran las poblaciones de Mesa de Quintero, El Molino y Capurí.

Estos valles que están cercanos a los ríos permiten un importante potencial agrícola, circunstancia que ha permitido sustentar una población rural. Los Pueblos del Sur, con un porcentaje menor de población comprenden el 35% del territorio del estado Mérida.

Los lugares que ocupan los Pueblos del Sur comprenden la mayoría de los sistemas naturales de nuestros Andes. Su espacio cubre distintos pisos térmicos –desde el tropical hasta el páramo, hecho que les permite disfrutar de una gran diversidad agroclimática.

Los Pueblos del Sur más antiguos

Fueron asentados entre 1.800 y 3.000 metros sobre el nivel del mar, en las vertientes secas, propicias para el cultivo de trigo. Estos pueblos son San Jacinto del Morro y San Antonio de Mucuño, hoy Acequias. Fueron así gracias a sus temperaturas bajas y sin abundancia de lluvias los centros más importantes de producción de trigo en los siglos pasados, producto codiciado por su excelente calidad. Luego con el tiempo y las migraciones disminuiría dicha producción.

El aislamiento de estos asentamientos, su forma de vida rural, autosuficiente, donde el tiempo parece haberse detenido, distante de las influencias de la modernidad, les ha permitido, sin embargo, resguardar sus tradiciones, querencias y costumbres a lo largo de muchos años, constituyendo una genuina reserva cultural del gentilicio merideño.

Los Pueblos del Sur hoy

Sus carreteras hoy día son el resultado de trabajos en comunidad de pico y pala, construcción sobre calzadas levantadas con el esfuerzo de las comunidades, que siguieron los antiguos caminos de herradura.

Hoy los destinos que nos comunican con los pueblos de San José, Mucutuy, Mucuchachí, las carreteras a El Morro, Pueblo Nuevo y Canaguá han hecho posible que podamos emprender un viaje hacia esas comunidades. Así el contacto con la capital ha permitido que los bienes y productos agrícolas puedan ser comercializados. No obstante, el carro rústico no ha eliminado en los Pueblos del Sur a los animales de carga, las bestias de camino, como medio de transporte de las zonas más rurales a los epicentros de los pueblos más cercanos. Gracias a las vías de comunicación se han incorporado los servicios eléctricos, permitiendo así la comunicación y sobre todo el contacto con un mundo que les ha concedido modernizar las actividades agropecuarias y ofrecer en estos momentos a sus visitantes lugares parea alojamiento y alimentación.

Los Pueblos del Sur de Mérida se abren al visitador como una expresión auténtica de la cultura andina, de herencias religiosas que han sido con los años la expresión más viva de ese encuentro de culturas milenarias.