En el siglo XVI los indios de la cordillera de Mérida vivieron entonces la invasión de un pueblo desconocido, que pronto los redujo a encomiendas y los obligó a adoptar nuevos dioses, una lengua nueva y nuevos métodos de trabajo.
Esta brutal imposición, que hubiera debido poner fin a las culturas indígenas, no causó sin embargo ruptura definitiva en sus modos de vida. Una continuidad sorprendente, si consideramos la presencia constante de los españoles, de la ley española, de las persecuciones y vigilancia de la Iglesia, se mantuvo en ciertas zonas, como en Lagunillas, que fue un brillante centro económico y religioso, y sigue siendo, después de más de cuatro siglos de colonia, un centro religioso y médico de gran reputación en la cordillera.
El contexto mítico y ritual en los territorios andinos de Venezuela y Colombia se relaciona, tanto en el pasado como en el presente, con contextos más amplios en los cuales están implicados grupos de lengua y cultura chibcha y arawak. En ciertas correspondencias, las creencias de los antiguos chibchas coinciden con la de los indígenas de la cordillera de Mérida, entre esas, las creencias acerca de los dioses sol y luna, los dioses arcoiris, las lagunas sagradas y los animales míticos. En nuestra cordillera los indígenas de ambas márgenes del río Chama, al tiempo que mantenían perpetuas relaciones de intercambio, compartían una misma estructura mítica y practicaban los mismos rituales. (Clarac, 2006)
Los mitos y rituales de los españoles fueron probablemente asimilados como realidades locales y del momento, y sólo fueron asimilados aquéllos que lo podían ser, por su estructura, así como por las condiciones de las cuales se hizo el adoctrinamiento religioso. En nuestros pueblos vemos esa sincronía vigente en las tradiciones que los definen. Algo de cada cultura está expuesto en un encuentro ritual y mítico en cada celebración.
En la realidad de sus ritos los pueblos de indios andinos encontraron entonces un compromiso que, a pesar de la dominación española, y a escondidas de ella, les permitió sobrevivir no sólo en tanto que grupo, sino también en tanto que cultura. Integraron en una misma estructura religiosa varios sistemas rituales, conservando en parte el paralelismo de sus secuencias.
Rasgo importante en la celebración de las fiestas es que en muchos casos no obedecen a un calendario fijo, sino que siguen más bien un eje desordenado: sus rituales no tienen fecha fija, dependen de circunstancias imprevisibles, climáticas o particulares (sequía, muy larga, inundación repentina, enfermedad de algún familiar, nacimiento de un niño).